Eduardo estuvo a punto de encontrarse con una mina terrestre en sus tierras.
“Me llamo Eduardo Antonio y tengo 77 años. Tengo familia. Mi mujer tiene 70 años. Vivimos en el pueblo de Caiombo y juntos tenemos cuatro hijos. Ya son todos mayores y tienen sus propios hijos, lo que me convierte en un orgulloso abuelo de cuatro. Mi mujer y yo trabajamos como agricultores, y nuestra tierra está cerca del pueblo, a sólo 2 kilómetros. Todos los días caminamos hasta la granja para cultivar principalmente plantas de temporada como mandioca, mijo, judías, cacahuetes, aguacate y batatas. Utilizamos parte de estos productos para alimentar a la familia y vendemos el resto a intermediarios, que los distribuyen en Luanda o Gabela. Además, también vendemos algunas en Caiombo.
Antes de que APOPO llegara a nuestro pueblo, nuestra tierra estaba llena de minas, pero no podíamos permitirnos dejar de trabajar, porque la agricultura es nuestro medio de vida. Éramos conscientes del peligro, ya que una comisión militar nos había hablado de las minas terrestres tras el fin de la guerra. Sin embargo, conseguimos sobrevivir y trabajar cerca de ellas durante muchos años. En una ocasión, una mina que llevaba años escondida en una colina sobre mis cultivos se desprendió por culpa de las fuertes lluvias y acabó en mis tierras. Tuve la increíble suerte de descubrirla a tiempo.
Cuando nos enteramos de que APOPO iba a venir a Caiombo a retirar todas las minas terrestres, todo el pueblo se sintió exultante, aliviado y agradecido. Muchos de nosotros habíamos estado trabajando a diario, muy conscientes de que las minas terrestres acechaban en los alrededores, y algunos de nuestros vecinos ni siquiera podían utilizar sus tierras.
Cuando llegaron los animales de APOPO, APOPO nos explicó que estos animales bien adiestrados estaban aquí para ayudarnos a deshacernos de las minas. Pronto vimos lo eficaces que eran y nos asombró la eficacia con que localizaban los explosivos. Con su ayuda, ahora podemos estar absolutamente seguros de que no hay más minas terrestres en nuestra tierra.

El equipo de APOPO permaneció en nuestro pueblo durante cuatro meses. Cuando se fueron, habían convertido nuestra tierra en un lugar seguro, libre de minas terrestres. Marcaron las zonas donde encontraron y retiraron las minas terrestres, lo que nos abrió los ojos, pues algunas estaban muy cerca de nuestros caminos y zonas de trabajo habituales. Ahora podemos caminar libremente sin miedo, y podemos hacer nuestro trabajo diario sin la amenaza de las minas terrestres. Nuestras vidas han mejorado notablemente. Agradezco sinceramente la ayuda de APOPO, y espero que puedan ayudar a más aldeas y contribuir a que Angola quede pronto libre de minas.”